viernes, 29 de julio de 2016

Me cago 2

No, era un sueño. No bajé. Pero lo creí. Y no llegué a cagar. En ninguno de los sueños llegaba a concretar. Siempre me sentaba en el retrete y a último momento pasaba algo, me arrepentía o lo que fuera, me subía los pantalones y salía.
¿Por qué me invadían la casa? ¿Con qué derecho? Si la gente se quedara en su casa siempre, se evitarían demasiados problemas. Pero no. Salen. Son irresponsables. Son promiscuos. Tienen hijos. Generan un movimiento de nunca acabar. Yo me tengo que mudar y otro se tiene que ir del lugar al que yo voy a ir. Hay que vivir rotando. Vivir edificando. Y así. Todos nos movemos por culpa de un par de irresponsables, mequetrefes, que no supieron cuidarse o que quieren tener placer placer y más placer, no les basta con el porno, las minas se mataron comiéndose la constrictor del negro para que el mundo disfrute con eso, pero no, estos tipos quieren vivirla, quieren ser protagonistas de la vida, no se conforman con ver, quieren sentir, sufrir, padecer, sobre todo lo que quieren es eso, quieren sufrir, pasar frío, pasarla mal. Quieren pasarla mal para que la película de sus vidas tenga algún sentido. Me cago. Carajo. Me recontracago.
Yo bajo.
Milagro.
Cuando bajo, silencio.
Todo vacío.
La cocina vacía. El living vacío.
Es como el capítulo de La dimensión desconocida sobre el tipo que se encierra en la bóveda.
El mundo para mí.
Me muevo lentamente. Sin prisa. Me demoro un poco. Busco el papel. Verifíco que todo este bien.
Que haya agua en la mochila.
Busco una Readers Digest.
Es el paraíso.
No sé si muchos de los que se afanan por vivir saben que el paraíso está tan a mano. No sé que harían si lo supieran. Si lo entendieran.

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